martes, marzo 21, 2006

Ateo sin fisuras


Bajo la entereza de la mediocridad, sumado a un manto de improperios. Uno de tantos Dioses griegos le había castigado con un tremendo castigo. Permanecía desnudo, con una mínima identidad, y con dos cuervos negros en la cabeza. Al menor movimiento, una de las dos aves negras le soltaba un tremendo picotazo. Tan intenso era el dolor, que durante millones de segundos no osó a realizar ningún movimiento.
Y pensó durante infinidad de tiempo acerca de cosas sosas y sin sentido. Altruismos varios y muchos despropósitos. Entonces pensó en una dolorosa venganza. Decidió coger sus vísceras y arrojarlas lejos: el no podría moverse, pero su yo interior sí.



Pero lo que sucedió no pudo imaginárselo. Uno de los pájaros fue hacía las vísceras y las devoró, mientras el otro le reprendió con severos picotazos por moverse. Y es que cuando los Dioses castigan, lo hacen eternamente.


p.d: Gracias a “El venedor de Llumins” por ese peaso de ilustración.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Genial dibujo e interpretación del susodicho. Siempre llevo un espantapajaros plegable por si Dios se enfada. Saludos