lunes, junio 26, 2017

Me he equivocado de camino


A diferentes niveles, el alma se vacía y derrocha frases obsoletas y sentimientos perdidos, como el agua de una olla que está en su punto de ebullición. Por tanto, llegado a un punto nos expandimos sin tenernos en cuenta a nosotros mismos, e inundamos caprichosamente los recovecos conocidos y también los desconocidos.


Diferentes niveles, ¿cuáles?


Mira dentro de tu ser. Reconoces patrones y dudas, como un camarero de bar a los parroquianos habituales, pero te son ajenos, como vestir una camiseta nueva. Nivel uno: la grulla. Nivel dos: la dermis. Nivel tres: la epidermis. Nivel cuatro: los sueños. Nivel cinco: la rima. Nivel seis: lo onírico de los sueños. Nivel diez: la locomotora de la incertidumbre. Nivel once: lo tajante, los severo, como un cartel prohibitivo. Nivel doce: lo no lineal. Nivel - uno: la astucia del olvido. Nivel -dos: lo positivo de la estafa tardía del amanecer de mis pupilas reflejadas en un escaparate de mascotas famélicas. Nivel - tres: los puntos suspensivos que albortan la concreción. Nivel trece: el infinito.

Agotados por la expansión de nuestro ser y saber estar, toca ahora hacer acopio de mitos y leyendas, militar en la coraza que volveremos a llenar de agua, y recapacitar sobre la ausencia de significado de un bonito día sin sol



miércoles, junio 14, 2017

Entre lo poético y le cutrez


En esa sombría cueva es en donde los Yoknapatawphas realizan el ritual de la transición mística de niñ@s a adult@s. Todo el poblado les acompaña hasta la entrada, van vestidos para la ocasión, esto es: plumas de faisán encorsetadas en los cabellos de los mayores, piel coloreada menos las manos, vestidos de lino blancos como la bondad. Entonan cánticos initeligibles pero, milagrosamente, dibujan una bonita melodía sonora en el aire.

La transformación consiste en una pequeña prueba. El iniciado tiene que estar a oscuras, toda una noche, en la sombría cueva, y hablar consigo mismo. El eco de la cueva es, según comentan algunos aldeanos, atronador, arrollador y solemne. Y en eso consiste el rito: en que el iniciado tiene que oirse a sí mismo durante un periodo bastante prolongado. Si al amenecer, aparece en la entrada ante sus vecinos, ya se le puede considerar un adulto. Por el contrario, si no hace acto de presencia al amanecer, si no que tarda un par de días, más o menos, en salir, el iniciado es expulsado del poblado. ¿Por qué? Pues porque el resto del poblado considera que ese vecino es un narcisita empedernido, solitario y egoísta que ha estado encantado de oirse a si mismo toda la noche, por tanto, no ayudará al resto si no es en beneficio propio y eso, en estos tiempos tan difíciles, no puede ser

Ah, pensaba que era el cagadero


lunes, junio 12, 2017

Hemos ganado, dicen


Pero mira, pero mira, miraaaaaaa


De esos instantes, tan solemnes que parecen vidas eternas, extraen anécdotas dramáticas y se apropian, como una niño con un juguete, de cualquier pasión,se adueñan de la palabra y del recuerdo. Esto es así, aquello fue "asá".


Mira de verdad, tienes que mirar, no te miento


¿Qué diablos es eso?

La fina soberbia del orgullo. Nuestra, suya, actos asumidos para rechazar gestas innecesarias.

Miraaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

(Mirada)


Callaaa

(callado)


¿Hora?

La de siempre

jueves, junio 08, 2017

La fábula de la hormiga y la apisonadora


Se dirigían una multitud de hormigas ordenadas a buscar comida para su reina cuando, en medio de una carretera, encontraron un trozo de patata. Todas las hormigas se pusieron manos a la obra, iban desmenuzando la patata poco a poco para llevarla cómodamente. Pero, de repente apareció una apisonadora y el rodillo de la gigantesca máquina aplastó a todas las hormigas. Menos a una. El rodillo tenía una pequeña cavidad, y mientras giraba coincidió el diminuto agujero con el cuerpo de la hormiguita. Ésta última, incrédula y soprendida, gritó de la emoción. Pero cuando la apisonadora había recorrido un par de metros de distancia respecto a la hormiga, el conductor apretó un botón y, de un lanzallamas que apareció de la parte trasera, salió una violento chorro de fuego que abrasó, calcinó y mató a nuestra pequeña hormiga.

Fin.





miércoles, junio 07, 2017

No ruge, bosteza


Se durmieron en un precipicio, por aquello de la bondad. Relegaron sus momentos al imprevisto, cocinando lentamente su aura destartalada, para atropellar magníficamente a la absurda longevidad de una pausa preparada, de una pausa taimada que no busca molestar. Se durmieron, oh oh, y tardaron en despertar.

Primer bostezo: ¿Qué hora es?

Segundo bostezo: Uooooohhhhh

Tercer bostezo: Mare meva

Primer bostezo: ¿Cómo puede ser que hay un tercer bostezo si solo somos dos?

Segundo bostezo: Por el gobierno

Vamos tirando


Al estar atrapados en un bucle sin sal, dicen sin mirar a las pupilas, el decaimiento incrementa su testarudez hasta límites insospechados. Empieza con una simple duda y acaba convirtiéndose en existencia, afirman mientras el público les observa con cautela. ¿Y cuál es la solución?, grita una persona anónima entre la muchedumbre. La que tú quieras, amig@, la que tú quieras, dicen mientras van preparando el stand de gorras y camisetas.

lunes, junio 05, 2017

Liparno


Yo creía que me mirabas a mí, a mis hombros mal posicionados, a mi estúpida camiseta, pero me di cuenta de que estabas mirando al horizonte. No sé el por qué, pero quería, deseaba que me miraras a mí. Pensaba y repensaba la manera de conseguirlo, pero no se me ocurría nada. Nada de nada.

Entonces pensé en la conversación que habíamos tenido y decidí viajar a donde nacistes para conocer tus orígenes, Pero allí nadie sabía quién eras, nadie te conocía ni por el nombre ni por el aspecto. La mentira era clara. Cuando nos volvimos a ver, enfurecido, te recriminé y eché en cara tus mentiras. Te excusastes diciendo que eras una espía. Y dudé. Y en la duda, el corazón se inclina a favor del riesgo y me volví a enamorar de ti, si es que alguna vez lo había dejado de hacer. Pero cómo buena espía, me mataste para no dejar ni un cabo suelto. Y eso, ah, me hizo volverme más loco por ti.


p.d.: Fotograma de la película Shinboru (Symbol)