miércoles, enero 27, 2016

Energía mal distribuida II


El maldito odio implica irracionalidad, una pasión insana que arde en el interior y se aviva con la nada. El mejor regalo que le puede ser dado a los necios le fue denegado a tres príncipes sin reino, sin ejército, sin esperanza. Los afortunados hacían gala de su nuevo don, ostentaban orgullosos la condena que desconocían. Mientras, los tres príncipes no comprendían su suave desdicha. Y al no comprenderla, por más causas y razones que buscasen, un malestar les inundó el malogrado espíritu que ya tenían. La causa se suele relacionar con la culpa y unos y otros se culparon por no ser los agraciados. Y se odiaron y se culparon, desbordando al alma, desgantando el alma. Las hostilidades iniciaron el trayecto hacia la victoria vacía. Uno de los tres príncipes fue barrido a las primeras de cambio. Realmente, su odio no era rencor. Pero los otros dos nunca cesaron de batallar, de odiarse, de apretar los amarillos dientes con los ojos abiertos. Tanto en la vida como en la muerte. Nunca tuvieron su victoria pero tampoco su derrota.





Un poco más chachi

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