Plácidamente, tiene los
pies cruzados y la
persiana está bajada.
Reflexiona sobre sus malévolos
planes pero no consigue
aclarar la vista.
Cuando cierra una tosca
pupila, la otra resplandece y
viceversa.
Pero, ay cuando coinciden las
dos. Imprevisibles imprevistos,
soles pomposos y poca amargor
¡Qué transparentes son los gestos!
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