martes, octubre 09, 2018
Los felices los venderos
Incesante en su empeño, el vil vendedor no abandonaba su cruel persecución hacia mi persona. Era uno de esos vendedores altivos, arrogantes, de los que dejan de sonreír cuando les contradices pero hacen el esfuerzo de continuar haciéndolo, quedando una mueca terrorífica. Le dije que no, y ya veis, no ha parado de acosarme desde entonces. Estuve en mil sistemas planetarios diferentes, y siempre daba con mi paradero.
Un día, hastiado y cansado por su cabezonería, me planté y le dije, que venga, que le compraría cualquier cosa. El me ofreció diferentes productos que yo no necesitaba, así que le pregunté por el quinto que me mostró y, al saber el preció, le dije que era muy caro y que no se lo compraría. Volvió a dibujar en su rostro esa mueca terrorífica. El dijo que sí, que me lo vendía. Yo que no, que era muy caro. Y así me encuentro otra vez, huyendo de un vendedor psicópata. Igual que le pasó a mi padre. Y al padre de mi madre.
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