Nosotros amamos las amapolas, dijo uno de los acólitos. Cómo no me interesaba nada, marché sin prestar atención a los meteoritos que caían del cielo con una rabia incontrolable. Todo el mundo corría y gritaba sin apenas ritmo. Me dije que eso no podía ser e intenté captar la atención de los aterrorizados espectadores. Los organicé cómo pude y, juntos, entonamos la canción del fin del mundo.
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1 comentario:
alcemos todos la v de vencidos y postremos nuestros cuerpos delante mismo del arco del fracaso.
Un abrazo.
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