Estaba comiendo pies de elefante en una terraza del mítico restaurante Marciano cuando apareció una madre con su hijo. Se sentaron al lado mío y ella proclamó a los cuatro vientos que su hijo era un niño prodigio. Le pregunté cual era el don de su hijo y me contestó :¿Qué hijo?
"¡Vaya mierda de don!", dije yo enojado.
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