viernes, octubre 09, 2009

Taller19


Texto cuyo título es "Inicio de historia" en la que una persona del taller escribe el principio de la historia(el primer párrafo) y otro la acaba, colgado en La rebelión de las páginas en blanco

En el día que más común aparenta ser, es a veces cuando pasan cosas que cambian la vida de uno. Eso es lo que le pasó a Aiko una mañana de noviembre. Había llegado a la estación de Tokio una hora antes de la salida del tren que la llevaría a Kobe a ver a su familia, así que se quedó haciendo tiempo en una librería cercana. Allí había otra chica, más o menos de su edad, que en un momento acaparó toda su atención. Sobresaltada, se metió tras una estantería y la estuvo observando sigilosamente, intentando no ser vista. No quería parecer indiscreta y, lo que le avergonzaba más, perturbada. Había algo en esa chica que le resultaba familiar.
(inicio de Blanco Hielo)

La joven espiada compró un libro gordo, de muchas páginas y con la tapa de color verde. Seguramente sería un best-seller, pensó Aiko. Tenía curiosidad y le iba a seguir. Antes de salir de la librería, pudo confirmar gracias a un cartel publicitario que la desconocida había comprado un estúpido best-seller. Esa chica le fascinaba, había algo en ella que era imposible de describir Tal vez su austero rostro o su endeble cuerpo. O su anodina mirada. O…

De repente, Aiko se vió sentada en el tren que la llevaba a Kobe ¡ Qué casualidad! La desconocida chica a la que estaba espiando también viajaba a Kobe. Estaban sentadas frente a frente y, entonces…

-¡ Odio los best.sellers!-resopló repentinamente la desconocida

-Eh…-dijo Aiko dubitativamente

-Jejejeje

La voz no parecía de este mundo, era tan bonita y aterradora a la vez que Aiko no se atrevió a mediar palabra alguna en todo lo que quedó de trayecto. Miraba por la ventana y, con el cuello girado hacia el borroso paisaje, torcía la mirada para observar a la desconocida con gesto disimulado ¡ Era tan colosal e indescriptible! Pero ejercía en Aiko una atracción fuera de lo común. No era sexual ni nada parecido. Intentaba mirarla con su gesto disimulado pero, justo lo hacía, la extraña compañera de viaje fijaba los ojos entorno a ella. Todo el viaje fue un constante juego de el ratón y el gato, pero de miradas y gestos disfrazados.


El tren llegó a su destino y Aiko decidió proseguir su seguimiento, ya que había su familia, a la que no tenía mucho aprecio (más bien los odiaba), podía esperar. Mentía, adoraba a su tía Fujiki, pero eso es otra historia. La misteriosa chica salió de la estación del tren con paso liviano, parecía que caminaba en el aire. Giró a la izquierda de la tercera calle, caminó cincuenta metros, pasó la rotonda y torció a la derecha hasta llegar a una grisácea casa. Aiko se quedó boquiabierto: ¡era la casa de sus padres! Un nudo se instaló en su flaco cuello y no paraba de preguntarse, y ahora con nervios, ¿quién demonios era esa chica? Mientras ella despertaba de su breve colapso, la extraña entró en casa de sus familiares. Aunó fuerza y se dirigió a la puerta. Picó, pero nadie le abrió. Gritó, pero la ignoraron completamente. Estuvo alrededor de treinta minutos aporreando, gritando, llorando pero nadie le hacía caso.

La desesperación le llevó a abandonar el lugar. Sería, un sueño. Bueno, más bien, una pesadilla. ¿O estaba delirando? Aiko no paraba de pensar ¿ Puede que me hayan metido algún tipo de droga cuando tomé un café antes de entrar en la librería? ¿ O puede que fuera alguna droga que le dieron en la librería en forma de polvo o…?
Lo mejor, se decía Aiko, sería volver a casa e ir al médico. Cuando volvió en sí, después de tantos pensamientos, estaba ya en el tren de vuelta. Había gente, pero los ignoró. Cerró los ojos y no los abrió hasta que el tren llegó a su destino. Un poco más calmada y ya en la estación, decidió tomar un café, algo relajante (más bien calentito). Aiko marchaba para casa, estaba lo suficientemente calmada cómo para ir al médico. Pero pensó en entrar, otra vez, en la librería. Al fin y al cabo, todo había empezado ahí. Entró y echó un vistazo en general: todo estaba (más bien parecía) igual. Preguntó al librero si recordaba a una chica que esa misma mañana…y antes de que acabara, el librero se econgió de hombros. Aiko suspiró y se puso a mirar libros. De repente, se sintió vigilada. Intentó no mirar detrás de sus afilados hombros y cogió el primer libro que había a mano. Era gordo, con muchas páginas y tenía la tapa de color verde.

Salió de la librería con paso normal, procurando no ir muy rápido y sin hacer mucho ruido. Iba casi de puntillas. Estaba segura de que alguien la seguía. Lo notaba. Se subió en el primer tren que tuvo la oportunidad, dando la casualidad que era el tren que la había llevado y traído de Kobe. Se sentó y, justo en frente suyo, se sentó una chica. Era delgada, de rostro austero, no sabía si la estaba siguiendo o no y…

-¡ Odio los best.sellers!-resopló repentinamente Aiko

-Eh…-dijo la desconocida dubitativamente

-Jejejeje

Rió nerviosamente, tratando de disimular su pequeña trampa disfrazada. La desconocida no dijo nada del libro. A lo mejor era su imaginación o los nervios de ese extraño día. Todo el trayecto trató de reconocer la chica que tenía delante…Le recordaba mucho a la persona que había estado siguiendo, pero tenía algo diferente. Y Aiko trataba de averiguar quien era.

El tren llegó a Kobe. La chica que le seguía también. Palideció. Ahora estaba segura: la estaban siguiendo. Aceleró un poco el pasó. Miraba de refilón y la chica le seguía y unas saladas lágrimas empezaron a resbalar por las mejillas de Aiko. Miraba de un lado a otro, no sabía dónde ir. Pero, como si de un robot se tratase. Se plantó delante de casa de sus padres. ¿ Le abrirían esta vez? Aiko, arrastrando los pies, se dirigió a la puerta. Lloraba, lloraba, lloraba fuego, lloraba rabia, lloraba soledad y cuando levantó la mano para picar a la puerta, ésta se abrió y apareció su madre (y su padre, en un segundo plano) llorando y con los brazos abiertos. Y mientras Aiko se arrojaba a los brazos de su padre y de su madre, ésta última dijo:

-Te perdonamos

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