Amablemente, se sentó en
el asfalto. Lo palpó con
su mano derecha. Era de día. Se incorporó.
Pero no era él.
Eran sus ojos que
se marcharon carretera
arriba. Visitaron
mucho mundo; estuvieron
en Rusia, Ecuador, Italia...
Tantos lugares, que
se convirtieron en
ojos siderales y visitaron
también otros mundos y
otros planetas.
El hombre volvió a
sentarse y, esta vez,
no palpó el asfalto.
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p.d.: no sé sin esto ya lo he colgado, pero es que hace mucho calor
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