La semi-diosa se presentó
devorando un árbol infinito.
Uno a uno, los fue arrancando
a violentos bocados. Al asolar el
bosque, marchó a otros.
Los devastó todos.
Y, luego, su voracidad se
propagó a las ciudades.
Ya no queda nada
en la Tierra. El único
pensamiento que asoma
por mi cabeza es que,
con todo lo que ha comido,
no ha tenido ni una indigestión
2 comentarios:
Grandeeeeee
poetaaaaaaa
que nos depara el horizonte, compañero?
ya todo devorado, ni las uñas nuestras tienen sabor a nada.
pero hay un horizonte y este está la mar de relajao ahí tumbao en el mar, no crees?
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