Venía hacia mi con cara rabiosa, tenía ganas de golpearme sin piedad. Yo, a una distancia prudencial, intenté calmarle. Pero nada parecía detenerle, así que eché a correr. Él no se quedó quieto y empezó a correr también. Y durante años, no cejó en su empeño de asirme. A veces me distanciaba mucho y otras me rozaba con la punta de los dedos. A veces no lo veía durante mucho tiempo y otras gritaba a lo lejos para hacerse notar.
Pasaron meses, días, años...Hasta que un día era él estaba corriendo delante mío: estaba huyendo de mi. Y yo le intenté coger con una cara jodidamente rabiosa por lo que me había hecho pasar.

No hay comentarios:
Publicar un comentario