miércoles, junio 14, 2017
Entre lo poético y le cutrez
En esa sombría cueva es en donde los Yoknapatawphas realizan el ritual de la transición mística de niñ@s a adult@s. Todo el poblado les acompaña hasta la entrada, van vestidos para la ocasión, esto es: plumas de faisán encorsetadas en los cabellos de los mayores, piel coloreada menos las manos, vestidos de lino blancos como la bondad. Entonan cánticos initeligibles pero, milagrosamente, dibujan una bonita melodía sonora en el aire.
La transformación consiste en una pequeña prueba. El iniciado tiene que estar a oscuras, toda una noche, en la sombría cueva, y hablar consigo mismo. El eco de la cueva es, según comentan algunos aldeanos, atronador, arrollador y solemne. Y en eso consiste el rito: en que el iniciado tiene que oirse a sí mismo durante un periodo bastante prolongado. Si al amenecer, aparece en la entrada ante sus vecinos, ya se le puede considerar un adulto. Por el contrario, si no hace acto de presencia al amanecer, si no que tarda un par de días, más o menos, en salir, el iniciado es expulsado del poblado. ¿Por qué? Pues porque el resto del poblado considera que ese vecino es un narcisita empedernido, solitario y egoísta que ha estado encantado de oirse a si mismo toda la noche, por tanto, no ayudará al resto si no es en beneficio propio y eso, en estos tiempos tan difíciles, no puede ser
Ah, pensaba que era el cagadero
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