lunes, noviembre 28, 2016
Francisca Marín Moya
"Éste debe ser el sitio", dijo Francisca al llegar al final de camino de arena y torcer el cuello a la izquierda. "Sí", dijo. Miró, por si acaso, pues la prudencia y la duda siempre habían estado en su alma, a la derecha del camino, y era exactamente igual que el sitio de la izquierda.
"Debe ser éste, seguro. Podría ser el de la derecha, es igual y está a la misma distancia. Pero tengo un presentimiento", dijo. Increíblemente, no podía moverse. Sus músculos estaban agarrotados y no obedecían a su voluntad. Estuvo luchando, forzándose a moverse a su destino, a su paraíso. Nada. No podía. Decidió dar media vuelta, irse por donde había venido, deshacer el camino recorrido hacinedo que sea otro nuevo camino, aunque ya conocido, y tampoco pudo, su cuerpo no obedecía.
Volvió a mirar a la derecha, el sitio era exactamente igual que el de la izqueirda, pero no era el que quería. Pero esta vez su cuerpo sí le obedeció y se dirigió hacia la derecha. "Éste debe ser el sitio", se dijo una vez más, aunque no era el que quería.
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