miércoles, febrero 12, 2014

Calfred inesperat


Se dirigió temeroso al lugar del gran sacrifico providencial. Iba tan elegante como un funcinario gris podía ir. Cogió un puñal decente y se lo escondió cómo pudo, se defendería a todos los niveles. Allí Artemisa,la de la sonrisa dibujada, le esperaba con una mirada de oreja a oreja. Fue amable y le hizo a nuestro héroe titubear un par de veces. Ese instante congelado en un momento de azúcar, eterno y electrizante, pasión contenida en un supiro sibilino. Pero Artemisa no era una bonita quimera, su arco ya estaba tensado y una violenta flecha les estaba apuntando decididamente.

Nuestro héroe supo reaccionar y presto fue a coger el puñal decente pero éste brillaba por su ausencia. Parece ser que se le cayó mientras iba la lugar del gran sacrifico providencial. O esos dicen los mentirosos de hojalata


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