El príncipe mostraba sus buenos modales desinteresadamente. Vehemente en sus decisiones, solemne en su ejecuciones. Pero el desenfreno aparecía cuando realmente le apetecía.
Conquistó muchos reinos, amansó muchas fieras y disfrutó de muchas fiestas.
Pero nunca puedo conquistar la luna. Y eso fue suficiente para el reino de las hadas.
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