sábado, agosto 31, 2013

El pintor imaginario


Pintaba con sus robustos dedos, no necesitaba lienzo alguno. Pintaba en el aire, nunca quedaba rastro de sus obras. Juntaba el dedo índice y el dedo corazón y empezaba la vertiginosa maquinaria de su imaginario trazo. Nadie le tomaba en serio hasta que un comprador anónimo abrió la veda. Y su inexistente obra cotizó al alza. Y vivió y murió entre una longeva fama, un dinero abundante y un corazón caprichoso.

La gracia del asunto está en que el primer comprador de una pieza suya era un especulador de las artes plásticas, que vio una oportunidad de negocio y se arriesgó comprando nada. Y es triste porque todos recordarán al artista pero no al visionario.









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