Ya se imaginaba por donde iban los tiros. Esperando un zumbido de limón, la esfinge proclama con voz baja que se avecinan rutinas y cambió de sábanas. Al otro lado, una nevera parlante charla con una estrella random de cine y hace como que no está atento de las palabras de la esfinge. Más allá, un arquero tuerto se acicala mirando el reflejo de su rostro en una estanque inventado.
A la mierda todo. Entró decidido y todos gritaron al unísono : ¡felicidades! Era ya la cuarta vez que se lo hacían.
La oreja gigante tocaba el arpa con forma de ukelele juguetón. A todos conocía.
A la mierda. Salió decidido y todos los árboles, todas las nubes, todos los coches gritaron al unísono: ¡felicidades!
Porosos bancos de piedra asentían con los pulgares arriba. A todos desconocía.
Lo mejor será volver adentro.
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