Había saciado su apetito. Estaba sólo sentado en la destartalada mesa. La camarera de pelo rojo le preguntó si quería algo más, postre o café o algún licor reconfortante. Torpemente, se levantó y chocó con la una mesa cercana. Era uno de sus dobles. Pasó por su lado, a toda velocidad, un camarero que era otro de sus clones. Todo el mundo era igual que él. Con su mirada, buscó el servicio. Lo localizó a la izquierda de la salida y se dirigió hacia él. Al entrar, se miró al espejo y vio que su apariencia física y su rostro no era igual que el de sus clones. Él era todos y todos eran él. Pensó. Tomaría postre, unas verdes trufas.
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