martes, agosto 26, 2008

Taller 10


"Juegos Olímpicos" colgado en La rebelión de las páginas en blanco

Ante la solemnidad de las amarillentas luces artificiales, fueron desfilando los deportistas que iban a participar en la segunda prueba más importante de los Olímpicos Juegos, el lanzamiento de corazón.
A la final llegaron los ocho mejores lanzadores que, habiendo superado una ronda previa de semifinales, iban a competir por conseguir la laureada gloria. Todos ellos iban acompañados por sus peculiares corazones, ocho impávidas mujeres que iban con el rígido torso al descubierto.

El primer lanzador fue el sonriente keniata. La prueba de lanzamiento de corazón consistía en tres fases bien diferenciadas. La primera requería sangre fría y nervios de acero: se trataba de arrancar el ruidoso corazón con la mano que iba a lanzarlo. para ello, la acompañante del atleta se estiraba en una plataforma de mármol.
La segunda exigía velocidad y fuerza, pues una vez arrancado el rojo corazón el deportista tenía que esprintar unos 20 metros hasta una amarillenta línea que delimitaba la zona de lanzamiento y arrojarlo lo más lejos posible.
Y la tercera fase, era la de la eterna espera, la de saber a qué distancia había llegado el casi inerte corazón.

El keniata arrancó el efímero tambor, corrió y lanzó el corazón bien lejos. Alzó los brazos en el aire y saludó al jubiloso público. Una vez que fue validada su actuación, corrió hacia el defenestrado corazón y se arrodilló ante el. Y con sus finos dedos, lo aderezó con un poco de purpurina.

El siguiente fue el lanzador de Mundo Anillo. Exageradas dudas habían surgido alrededor del lejano atleta, pues medios informativos difundieron antes de las Olimpiadas que en realidad, era una mujer. Y no era difícil discernir sobre este tema ya que realmente el anillícola parecía un hombre, tanto facialmente como muscularmente.
Repitió las tres fases, pero su lanzamiento fue ligeramente inferior al del keniata.

El tercer atleta participante fue George Michael. George no tenía país, no lo necesitaba.
Tras completar la mecánica de las dos primeras fases, se quedó observando cómo el arrítmico corazón volaba por el cielo del plateado estadio. Pero, de repente, echó a correr detrás de él y lo alcanzó antes de que cayera al suelo. Se puso a llorar y fue descalificado.

Y así, sucesivamente, se fue desarrollando la competición. Hubo una pausa por culpa del quinto atleta, ya que dio positivo por el control anti-anti-doping.

Hasta que llegó la hora del lanzamiento del favorito de la ininteligible afición, el atleta del país del Sol Naciente. Su acompañante, contrariamente al resto de acompañantes, sonreía. Se estiró e hizo un suspiro eterno. El lanzador chino, entre lágrimas, le arrancó el meloso tambor en dos tiempos. Cogió carrerilla y arrojó el corazón con gran elegancia. Éste voló con perseverancia, arrogancia y carisma. Pero la fatalidad asomó otra vez en unos Olímpicos Juegos: el corazón fue atravesado por una jabalina de fibra de carbono, la prueba reina de las Olimpiadas que coincidía en horario con el lanzamiento de corazón.
El lanzamiento se declaró el nulo, y acabó ganando la competición el atleta de la Luna Alfana.

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