Proclamaban, fuerte y efusivamente, por un Tibet libre. Tras duras y eternas disputas lo consiguieron. Y, entonces, fue cuando se desató la plaga de uno de los eternos. Desde la luna, veíamos los acontecimientos: estábamos alucinados. Ya nunca más podríamos volver al planeta tierra. Menos mal que acá, en la luna, sólo hay monjas ninja.
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