La apuesta era la siguiente: el primero de los dos que muriera (o muriese), perdería la apuesta. Pero tan cabezones eran, que ninguno lo hizo. Y se convirtieron en inmortales.
Y sobre vivieron a guerras, a viejas interestelares y otras maravillas futuras.
Nadie ganaba la apuesta, así que decidieron eliminarse entre ellos. Comenzó una guerra que aun dura, y que siempre durará.
1 comentario:
y si se matan mútuamente ¿quién quedará? espero que este planeta viejuno no se llene de conejos....qué coñazo...conejos por doquier, alguien tendría que resucitar para exterminarlos y hacernos un favor a los que podamos repoblar aunque sea fornicando cual conejos...analogías de la vida...
Lenore, La Uno!!
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