lunes, diciembre 03, 2018
Blas sin control
Ser padre es una aventura desconocida de la que se ha hablado mil veces pero de la que nunca sacaba nada en claro. ¿ Es buena o es mala? Cada uno tiene sus opiniones pero la mayoría, a pesar de las quejas, siempre me decían que merecía la pena.
Fui padre un 7 de agosto. No estaba enamorado de mi mujer, pero era lo que tocaba. Ya se sabe, los tempos, los mismos actos que nuestros padres. Esos actos que uno repudia cuando es joven pero asume cuando es mayor, no sé si por comodidad o por miedo.
Tuve un hijo y no estaba mal la sensación. Es decir, mi mujer se encargaba de casi todo, yo era casi un figurante, pero tampoco me importaba. No sé si lo quería, pero era mi hijo y algo me preocupaba por él. Un día estaba yo bebiendo cerveza y le cogí del cogote, con fuerza pero jugueteando. Le dije que nunca bebiese cerveza, que era malo. Y le di a probar una que estaba bebiendo yo. Lo hizo y casi vomitó. “¿ Lo ves? Esto es malo, no lo bebas”, le decía mientras yo sonreía. Estaba educando a mi hijo.
Y funcionó. Nunca volvió a beber cerveza ni nada de alcohol. Pero se abonó al consumo de drogas. De muchas drogas Es un drogadicto. Ya no vive con nosotros pues hace dos años le echamos de casa. Mi mujer llora cada día y yo la consuelo dándole golpecitos en el hombro. No es culpa nuestra, le digo, es suya. ¿ Qué hay de cena?
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