lunes, febrero 12, 2018
Los hombres de gris atacan de nuevo
Entre el odio y la sensatez,
pánico el de los demás
cuando arrasan mis pupilas
la mañana desconocida.
Volcán de furia incontrolable,
pero escucho atentamente
los motivos y las razones de
la razón y de la eternidad.
Asiento. Ajá.
Asiento. Ajá.
Y noto una quemazón en mi interior
que empieza a subir desde el
noble estómago hasta la
ruidosa garganta, y estalla
sin avisar.
Pum. Pam.
Todo asolado, ya no ha nadie
a quién llorar.
Que pasen los segundos,
que pase el tiempo,
y, entonces, me empezaré a disculpar
por la torpeza de mi ira,
por la torpeza de mi furia,
por ser un bebé sin afeitar
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