martes, abril 26, 2016
El sindicalista de plata
Era una tarde soleada de mayo, apareció como un amigo, como si fuese una amigo de toda la vida. Hablamos, me invitó a café aguado y charlamos de verdades. Realmente lo que decía era verdadero. Nos estafaban, nos robaban, se reían de nuestras grises caras, nos volvían a robar...Nuestro trabajo era como un hogar disfuncional. El sindicalista de plata era sincero y real.
A medida que hablábamos, íbamos perfilando nuestra lucha. Todo se reducía a eso: o luchábamos o siempre seríamos números dentro de números. Y esa idea fue creciendo en nuestro interior. Era ahora o nunca. Un día nos miramos mútuamente y asentimos con la cabeza: se iban a enterar. Emprendimos la carrera con un grito de pasión y dolor, se habían acabado los abusos y los disgustos. Pero a mitad del camino me percaté que el sindicalista de plata no estaba corriendo a mi lado. Eché la vista atrás y le vi hablando con otra persona para que se alifiase ra del sindicato. me olvidé de todo y acabé estanpándome contra una mesa de madera.
Ahora estoy de baja, cobrando una mierda y pensando que nadie tiene razón.
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