martes, febrero 02, 2016

Y yo sin horno


Estaba preguntándome si tal vez, y digo tal vez, me había arruinado la algarabía o, por lo contrario, encendido las pestañas de la infinita pasión. Ella (siempre ella), persona inexistente y maleducada, partía de premisas inventadas, con aplomo, convencida de que no había un camino equivocado porque todo era un gran camino. Confuso, le hablé de bicicletas y de aviones. Ella insistía. Formaba parte de la Asociación de Excursionistas Metafísicos. La AEM. Y, según ella, sabía de lo que hablaba. Le dí la razón, más por evitar un discurso eterno que por no creer lo que decía, cosa que no hacía.

Seguimos hablando y me habló que en la AEM tenía tres máquinas de la memoría. Le pregunté, asombrado, que hacían unos metafísicos como ellos con algo tangible que conservaba lo intangible y ella, convencida, me dijo que otra de las actividades de la AEM era el chantaje. Pagó la cuenta, dijimos de quedar otro día, nos despedimos y se marchó. Nunca volvimos a coincidir. Aunque metafísicamente, sí.



1 comentario:

Mothman dijo...

Ella te quería, seguro... al menos metafísicamente hablando… a mí siempre me pasa