No entendía porque el plato no había salido como la receta. Le había echado tres alas de dragón de paja, bigote de orco, una pizca de migraña y tres gotas de aceite de oliva. Y nada. El plato no era igual y no estaba muy bueno. Y eso que la receta era sencilla. En fin, pensó, habrá que bajar al
paqui a comprar un kebab de pollo, sin cebolla ni picante, con pan de pita.
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