Cierra los ojos, pero abiertos los tiene. Se aferra al colorido del mantel que cubre el sofá. Un momento. Se levanta y mira alrededor. Un zorro le señala una casa abandonada que ha aparecido de la misteriosa nada. Él coge una rugosa piedra y la lanza. Tuerce el cuello esperando la aprobación del zorro, pero éste se ha esfumado. Y mira hacia la casa abandonada de la que, únicamente, sólo ha quedado la desvencijada puerta. Coge otra piedra y la lanza contra la puerta, que cede y cae. Mierda, y en cinco minutos tengo que ir a trabajar
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