lunes, marzo 21, 2016
Garrepes y voyeurs, donde caben dos caben tres
Sentado en una mesa de un restaurante de tres al cuarto, en mi soledad sonora y comiendo yo solo, observo a mi alrededor cual depredador contempla a su despistada presa en la oscuridad. Al instante, veo a un hombre solitario Se sienta en la mesa y pide al camarero una copa de vino. Le vigilo con disimulo, mis gestos fluyen como el agua. Cero tensión. Normalidad. Disfruto. Pobre hombre, está solo. No tiene a nadie. Y bebe alcohol en soledad. No mira el móvil para nada. Pobrecito. ¡ Qué triste es cenar solo en un restaurante!. Pasan unos minutos y de repente aparece una mujer. Mueve la cabeza como una cacatúa con gracia para buscar a alguien y ese alguien resuta ser el hombre que estaba solo. Se levanta y sonríe. Se dan dos besos y se sientan a la vez cogidos de la mano. ¡Qué envidia! ¡Qué envida más bestial tengo!. Se suponía que tenía que estar solo y yo tenía que inventarme su vida. ¡Qué rabia! ¡La envidia que me da porque les harán un descuento por pareja!
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