Ayer (o también hoy) fue uno de esos días que sabemos que lo es por el hecho de que era domingo. Podría haber sido una mesa o una amarilla paella. Para apaciguar sus excentricidades, observó que sería mejor olvidarse de su cometido, el cual era anónimo.
Se acicaló y rebuscó entre la basura para llevarse algo al estómago. Al no haber nada, se zampó su mano derecha sin remordimientos.
Realmente, le sentó fatal: le dolía mucho la barriga. Así se hizo una manzanilla y, pasadas dos horas, verdaderamente se encontraba mucho mejor.
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